Quince años después…
- ¡Tengo hambre!
- ¡Tengo hambre!
La mañana se levantaba, como todos los días, y con ella, los
habitantes de Arnet. Se trataba de una ciudad comerciante, por donde pasaban
las más importantes caravanas de comerciantes nómadas. La urbe constaba de un
gran mercado, en el centro, rodeando el anfiteatro, en el cual se celebraban
pequeños torneos de lucha cada cierto tiempo.
Todos los edificios tenían una estructura redonda y curvada,
y la piedra era de un tenue color crema. Los edificios más altos, de tres pisos
como máximo, se encontraban por el centro de la ciudad, mientras que los más
pequeños quedaban rozando las altas murallas.
- Acabas de zamparte un pastel entero,
Dottan-respondió la chica resignada.
- Ya, pero sigo teniendo hambre.
- Eres una ruina.
Dottan sonrió radiante. Eso significaba que su amiga le
compraría algo de comer. Caminaron ambos por el distrito de la comida, mirando
los diferentes puestos, vigilados por ángeles menores, unas criaturas blandas y
redondas, similares al algodón y del tamaño de una pelota. Estos ángeles tenían
cuatro pequeñas alas emplumadas, surgidas de la espalda, y poseían unas
vocecillas agudas, pero suaves.
También había por allí lo que muchos llamaban ángeles
superiores, o simplemente ángeles. A parte de ese, tenían otros nombres, como
lumínicos, emplumados… La mayoría de estos se dedicaban a la defensa de la
ciudad, estuvieran o no en su forma humana.
Zayyn, que así se llamaba la muchacha, suspiró. Muchos de
los jóvenes de su edad ya habían conseguido transformarse, pero ella aun seguía
ahí, esperando el momento en el que su ángel interior floreciera. Miró por el
rabillo del ojo a su compañero, quien, al pasar junto a un lumínico, agachaba
la cabeza para no mantener contacto visual. Normal. Los demonios eran
perseguidos en esa ciudad, y Dottan hacia tiempo que había aprendido a
transformarse. Pero, a pesar de eso, eran amigos, pues habían convivido juntos
en la Casa de los Niños, una especie de orfanato, donde no había un solo
adulto. El que se dedicaba a cuidarlos a todos era una chica, adorable y gentil,
ya cerca de alcanzar la mayoría de edad.
Continuaron caminando hasta escapar de la vista de cualquier
ángel. Zayyn le puso una mano en el hombro a Dottan.
- Veras como, un día, conseguiremos que los
demonios y los ángeles vivan en armonía y equidad.
Dottan la miró. Zayyn tenía un cuerpo bonito, bastante bien
dotado para una chica de su edad: Alta, delgada, facciones suaves, pelo liso y
sedoso y brillantes ojos verdes, con un ligero matiz grisáceo. Vestía una
camiseta suelta, de color verde clarito y en los brazos unos guantes largos y
negros. Por debajo de la cintura lucia unos pantalones oscuros, un poco
asimétricos: en una pierna eran cortos, y en la otra llegaban hasta el suelo.
- Al final no me contaste, ¿Qué tal con tu ligue
de anoche?
Zayyn parpadeó, sorprendida de que sacara el tema tan de
repente.
- Bah, era un aburrido-dijo cruzándose de brazos-.
No tenía iniciativa, ya me entiendes.
Dottan sonrió y sacudió la cabeza, pero no dijo nada más. Tras un rato andando se detuvieron frente a un puesto de comida dulce. Dottan miró con ojos brillantes todos los productos, mientras pedía un poco de esto y algo más de aquello. Zayyn, quien administraba el dinero de ambos, sacó unas monedas de una bolsa y las contó.
Dottan sonrió y sacudió la cabeza, pero no dijo nada más. Tras un rato andando se detuvieron frente a un puesto de comida dulce. Dottan miró con ojos brillantes todos los productos, mientras pedía un poco de esto y algo más de aquello. Zayyn, quien administraba el dinero de ambos, sacó unas monedas de una bolsa y las contó.
- ¿Ha visto a este chico?-oyó a su derecha, a unos
metros.
Abrió mucho los ojos y desvió la mirada. Allí, en un
comercio cercano, había un ángel hablando con el dependiente, señalando la foto
en papiro de un muchacho.
Era Dottan.
Zayyn sintió un sudor frío por todo su cuerpo. Desvió la
mirada al suelo, pensando una manera rápida y eficaz de escaparse, pero estaban
muy cerca, y si no se iban ya de allí los descubrirían. Se dio la vuelta, dejó el dinero en el mostrador y agarró a
Dottan del brazo. El muchacho a punto estuvo de tirar su comida al suelo por accidente.
- ¿Que pasa, Z?
- Tenemos que irnos de aquí. Ahora.
- ¿Por?
Zayyn señaló hacia atrás con la cabeza. Dottan siguió la
trayectoria y palideció de golpe. Ambos emprendieron la marcha a paso ligero.
Por suerte, salieron del mercado sin percances, aunque aun con precaución. La
casa de los niños aun estaba lejos.
- No debiste transformarte aquella vez-reprendió
la joven-. Al parecer te vio alguien, y ahora la guardia angelical sabe que
eres un demonio.
- Lo sé, pero no pude evitarlo. En forma de
demonio disfruto más de la comida.
- Eres increíble.
Llegaron a la casa y se dirigieron al salón. Por suerte no había
nadie.
- Dottan, esto es serio-dijo Zayyn cerrando la
puerta de la sala-. No podrás seguir en la ciudad. Tienes que marcharte.
El muchacho se dejó caer en un sofá.
- Pero... vosotros estáis aquí. Sois mi familia.
Zayyn suspiró y se sentó a su lado.
- Lo sé, por eso me iré contigo.
El chico, que se había llevado un trozo de pastel a la boca,
se atragantó. Zayyn le palmeó la espalda para ayudarlo.
- ¿Qué? ¿Hablas en serio?
Ella resopló.
- No puedes vivir sin mí, eres un
desastre-respondió-. Además, estoy cansada de vivir en esta ciudad. Ya me
conozco los cuerpos de casi todos los hombres de aquí....
- ¿Sabes qué? Déjalo, no quiero saber nada de eso.
Zayyn rió suavemente. Sabía que esa información no le
interesaba a su amigo, y por eso lo había dicho, para que le dejara ir con él. Entonces, de repente, la puerta se abrió, y los dos chicos
se tensaron. Pero sólo era Arabelle, la encargada de la casa.
- ¿Cómo estáis, chicos?
Ellos la saludaron, intentando aparentar que estaban como
siempre. Sin embargo, Arabelle los conocía demasiado bien, y los notó nerviosos.
- ¿Qué os pasa?-inquirió.
Zayyn y Dottan se quedaron helados. Debían de haber supuesto
que no podían engañarla. Guardaron silencio durante un minuto, buscando una
forma de evadir la pregunta.
- Vamos a casarnos-soltó de repente Dottan.
Zayyn giró la cabeza para mirarle, entre sorprendida y
enfadada, pero el muchacho le propinó un pisotón para que guardara las
apariencias
- ¿Qué? ¡Eso es maravilloso!-exclamó Arabelle
mientras la otra le lanzaba al muchacho una mirada asesina.
Dottan sonrió levemente.
- Si... por eso, nos gustaría empezar una nueva
vida juntos, fuera de esta ciudad.
Zayyn entornó los ojos, comprendiendo al fin. Arabelle
suspiró y dibujó en su amable rostro una sonrisa de felicidad.
- Ya veo. Sois muy jóvenes aun, pero sé que os las
apañaréis. Aunque....-miró a Zayyn- pensaba que tú ibas por libre.
Ella soltó una risita.
- Ya ves, la de vueltas que da la vida.
Arabelle palmeó sus piernas.
- Bueno, ¿y cuando pensáis iros?
- Mañana-dijo Zayyn.
- En una semana-soltó Dottan a su vez.
Ambos muchachos se miraron. Ella carraspeó y repitió.
- Mañana. Será lo mejor. Si demoramos la partida
entonces nunca nos iremos.
Arabelle asintió.
- Les diré a los otros niños...
- Mejor en secreto, Ara.
La interpelada parpadeó un poco, pero asintió nuevamente y
se volvió para marcharse.
- Que seáis felices, chicos. Os echaremos de
menos-y cerró la puerta tras de si.
Zayyn y Dottan no dijeron nada durante un rato. La primera
en romper el silencio fue la joven.
- Así que casarnos, ¿eh?
Dottan la miró.
- No podía decirle la verdad. Si supiera que soy
un demonio la pondríamos en peligro.
Zayyn suspiró.
- Tienes razón...
Crack. De repente,
se escuchó un extraño ruido de fuera de la habitación, y Zayyn y Dottan se
levantaron de inmediato. Al abrir la puerta, se encontraron con uno de los
otros niños, un muchacho delgaducho y pálido, que miraba con ojos atónitos a
Dottan.
- ¡Monstruo!-le gritó, y salió corriendo de la
casa.
- ¡Rápido!-Zayyn salió detrás de él-¡Tenemos que
atraparle antes de que suelte nada!
Dottan la siguió, tratando de seguir su ritmo, pero su
ligero sobrepeso le hacia resoplar del esfuerzo cada segundo.
- ¡Nick, detente, no es lo que parece!-gritaba
Zayyn mientras perseguía al niño. Este no se atrevió a detenerse y siguió
corriendo, hasta que, en una esquina, se paró frente a dos ángeles.
- ¡Ese chico es un demonio! ¡Me quiere matar!
Los dos ángeles miraron en la dirección que el pequeño les
señalaba y agarraron sus espadas al reconocer a Dottan. Zayyn se paró de golpe,
se dio la vuelta y retornó la carrera para huir, llegando junto a su compañero
y tirándole del brazo.
- Vamos, Dottan. Ahora toca escapar.
- Pero, pero...
Ella no le hizo ni caso. Tiró de él sin compasión, para
salvar sus vidas. Si los atrapaban, a él lo matarían por demonio y a ella por cómplice.
Giraron por una calle, escuchando los pasos de sus perseguidores. Zayyn volvió
a girar, entrando en una callejuela más oscura y deshabitada. Tenían que
perderlos, pero ellos seguramente estaban transformados y los alcanzarían en cuestión
de segundos. No tardó en sentir una mano que la empujaba hacia delante con
fuerza. La chica dio un traspié y cayó al suelo cuan larga era, tirando a
Dottan al mismo tiempo.
- Un demonio y una humana que aun no ha tenido su
primera transformación-dijo un ángel, con voz gélida.
- En cualquier caso, ninguno es de los nuestros,
al menos por ahora-dijo la segunda criatura divina, mirando directamente a
Zayyn.
Esta se levantó con torpeza y se puso delante de su amigo
para protegerle.
- Puede que aún no sea un ángel, pero no voy a
dejar que le hagáis daño.
El segundo ángel alzó una mano y la golpeó con ella, apartándola
a un lado. La chica gritó al golpearse con la pared de una casa, y Dottan rugió, enfadado.
- Dejadla en paz, ¿qué os ha hecho ella?-gritó, y comenzó
a transformarse. Sin embargo, no tuvo tiempo de finalizar el cambio. El primer ángel
le propinó una patada que lo lanzó hacia atrás.
Los dos lumínicos caminaron hacia él, desenvainando las
espadas. Uno de ellos alzó el arma cuando llegó junto a su víctima.
- Púdrete en el infierno, bestia inmunda.
La espada brilló con la luz del Sol, justo cuando una voz
cercana los dejaba helados.
- ¡Quietos!
Dottan miró a Zayyn, quien se había levantado y miraba a los
dos ángeles con furia. Pero era una furia diferente, como divertida.
- Si vais a matarle, será mejor que yo antes
juegue un poco con vosotros.
Se agachó. Su cuerpo comenzó a mutar, al mismo tiempo que
unas llamas rojizas la rodeaban, ocultándola brevemente de la vista de los demás.
Siempre había pensado que su otro yo sería un ángel. Quizá había
sido porque vivía en una ciudad de ángeles, quizá por los cuentos que le había
contado Arabelle cuando eran más pequeñas, o quizá porque sus difuntos padres habían
sido emplumados. Sin embargo, ahora que sabía lo que era en realidad, le daba
igual. Su único propósito era salvar a Dottan.
El círculo de fuego desapareció, dejando a la vista a una
criatura demoníaca. Al igual que Zayyn, tenía un cuerpo esbelto, aunque sin
duda alguna, ahora era más atractiva. Su piel era totalmente negra, con finos
hilillos rojizos que le surcaban el cuerpo, como si de lava se tratase. Sus
manos y pies se habían convertido en afiladas garras, y del trasero le salía
una larga cola acabada en una púa, hecha de algún oscuro metal. De la cabeza le
crecían cinco cuernos negros, dispuestos en forma de pentágono. Lo único que parecía
haber mantenido de la apariencia de Zayyn era el pelo rojo como el fuego y sus
ojos verdes-grisáceos. Dottan se sonrojó un poco al verla; estaba casi
totalmente desnuda, a excepción del pecho, los antebrazos y la parte de abajo
de las piernas, donde llevaba una armadura roja en forma de placas.
Los ángeles le dieron la espalda al muchacho para
enfrentarse al demonio que tenían delante.
- Dos demonios, qué sorpresa.
- Acabaremos contigo después, niño rollizo.
El primer ángel se adelantó, dando a entender que se enfrentaría
él primero al demonio negro. Esta ladeó la cabeza.
- ¿Qué? ¿Uno por uno?-sonrió, mostrando sus
colmillos. Su voz era suave y melodiosa-. Qué aburridos sois...
Se agachó y se lanzó contra él, a una velocidad que no habían
esperado de una muchacha en su primera transformación. El demonio retrasó un
brazo y atravesó rápidamente el pecho del ángel con sus afiladas garras. El lumínico murió al instante, y su compañero miró atónito a
aquella criatura.
- Ven-dijo el demonio con una dulce voz.
El ángel entornó los ojos. Ahora que la veía mejor, no se parecía
a ningún demonio que hubiera visto antes. Ninguno tenía esa extraña fuerza y belleza que
lo atraía inevitablemente... Parpadeó. Cuando quiso darse cuenta, ya estaba frente a
ella, con su cara a pocos centímetros de la suya. El demonio sonrió y le tomó
el rostro suavemente con sus garras. Sus labios rozaron los de él, hasta que
entraron en completo contacto. Segundos después, la criatura demoníaca observaba con satisfacción cómo
el brillo de la vida se apagaba en los ojos del emplumado. Dejó caer el cuerpo
al suelo y se estiró.
- Maaaah... eso les enseñará-dijo con una expresión
perezosa en la cara. Luego se volvió hacia Dottan, que la miraba aterrado-. Tú,
chico. Levántate, ya no peligras.
El joven hizo lo que le ordenaba, aunque le temblaban las
piernas.
- ¿Z?
Pero el demonio negó con la cabeza.
- Mi nombre es Riea. Soy el demonio interior de
Zayyn. No te lo esperabas, ¿eh?
Dottan esbozó una sonrisa nerviosa. Riea miró al cielo.
- Sería bueno que os fuerais pronto de aquí,
cuanto antes mejor. Id hacia el oeste. Allí estaréis seguros.
- Pero... el oeste está plagado de demonios.
- ¿Y acaso no lo sois vosotros? Vuestro lugar está
allí. En esta ciudad de ángeles solo encontrareis la muerte.
Dottan miró para otro lado, pero asintió. No le gustaba
admitirlo, pero no estaba seguro de si otros demonios los tratarían bien. Todos
sabían de la fama que tenían los demonios por las peleas, aunque se tratara de
una generalización. Riea se cruzó de brazos al notar su incomodidad.
- Chico, no lo sabrás hasta que lo intentes-le
dijo, adivinando lo que pensaba-. Y ahora te dejo con la humana. Trata de
protegerla, no quiero tener que estar salvándoos todo el tiempo.
Dicho eso, dio un paso hacia atrás y el círculo de fuego la
envolvió de nuevo. Al cabo de unos segundos apareció Zayyn, esta vez
algo atontada y perpleja. Dottan caminó hacia ella y la sujetó cuando vio que
se tambaleaba.
- ¿Estás bien?-ella asintió débilmente-. No te
preocupes, siempre pasa en la primera vez. Luego te acostumbras.
- Soy… ¿un demonio?-inquirió.
- Eso parece-respondió el muchacho-. Pero no tiene
por qué ser malo.
- No- respondió ella, cortándole-. De echo, me he
sentido bastante bien, dándoles su merecido a esos ángeles… ¿Qué te ha dicho?
Solo he visto lo que ella cuando estaba peleando, luego ella tomó el control
completo del cuerpo.
Dottan se lo contó, y ella escuchó atentamente, sin perderse
una sola palabra. Al finalizar asintió, y se rascó la nuca, pensativa.
- Necesitaríamos una carreta o algo para llevar
provisiones. Puede ser un viaje difícil.
Dottan miró los cadáveres de los ángeles.
- Se me había ocurrido vestirnos con la armadura
de la guardia y cuando estuviésemos casi a las puertas de la muralla meternos
en un carro, para que no nos pillaran.
- Es una buena idea-comentó la chica, asintiendo-.
Pero seguimos con el problema de la comida-enmudeció unos instantes, buscando
alguna solución, hasta que dio con ella-. Escuché decir a un chico que saldría
del almacén una carreta para salir de la ciudad. Afortunadamente se dirige al
oasis del oeste.
- ¿A qué estamos esperando, entonces?-replicó
Dottan dando un salto.
Ambos chicos se acercaron a los dos guardias, les desnudaron
para ponerse sus ropas y se las probaron. Por fortuna, uno de los dos ángeles
usaba la misma talla que Zayyn, por lo que le quedaba como un guante. Dottan no
tuvo tanta suerte, su recambio le quedaba algo justo. La muchacha agarró una
bolsa de uno de los guardias y metió ahí sus antiguas ropas. Una vez listos, se
encaminaron hacia el almacén, que se encontraba a unas pocas calles del
mercado.
Por el camino les saludaban ciudadanos, comerciantes y otros guardias que paseaban. Se susurraron entre ellos que había mucha diferencia
de ser alguien normal a pertenecer a la guardia de los ángeles.
Cuando llegaron a la calle del almacén, el Sol ya se alzaba sobre ellos, anunciando que era mediodía. De lejos vieron como el responsable del almacén discutía con trabajador, y encontraron allí su oportunidad para infiltrarse dentro. Caminaron sigilosamente, sin que los detectaran, y se metieron en el almacén. Era una sala bastante amplia. En los laterales había armarios, cajas y bolsas, mientras que en el centro descansaba una carreta, llevada por un lagarto verde y enorme, el cual parecía dormido. Miraron a su alrededor, para percatarse de que no había nadie que los viera colarse. Luego comenzaron a desvalijar el edificio con todo lo que necesitaban.
Cuando llegaron a la calle del almacén, el Sol ya se alzaba sobre ellos, anunciando que era mediodía. De lejos vieron como el responsable del almacén discutía con trabajador, y encontraron allí su oportunidad para infiltrarse dentro. Caminaron sigilosamente, sin que los detectaran, y se metieron en el almacén. Era una sala bastante amplia. En los laterales había armarios, cajas y bolsas, mientras que en el centro descansaba una carreta, llevada por un lagarto verde y enorme, el cual parecía dormido. Miraron a su alrededor, para percatarse de que no había nadie que los viera colarse. Luego comenzaron a desvalijar el edificio con todo lo que necesitaban.
- Voy a ver si tienen botas de agua-anunció
Zayyn-. Tú pilla una bolsa y coge todo lo que veas que nos puede hacer falta.
Se pusieron manos a la obra. La pelirroja, cuando se encontraba con trabajadores, alegaba que tenía que inspeccionar, y ellos la dejaban, al percatarse de su armadura. De esa forma apenas gastó tiempo antes de encontrar dos de los recipientes de agua, colgados en una pared. Desandó lo que había recorrido, hasta llegar junto a su amigo. Este le mostró una mochila con frutas, carnes y, sobretodo, dulces, todo ello colocado en cajas de plástico transparentes.
Se pusieron manos a la obra. La pelirroja, cuando se encontraba con trabajadores, alegaba que tenía que inspeccionar, y ellos la dejaban, al percatarse de su armadura. De esa forma apenas gastó tiempo antes de encontrar dos de los recipientes de agua, colgados en una pared. Desandó lo que había recorrido, hasta llegar junto a su amigo. Este le mostró una mochila con frutas, carnes y, sobretodo, dulces, todo ello colocado en cajas de plástico transparentes.
- ¿En serio?-pudo decir Zayyn, sin llegárselo a
creer.
- Necesito mi azúcar, ya me conoces.
- Si, lo sé…
De repente la puerta que daba al exterior se abrió un poco, y ambos chicos solo tuvieron tiempo de esconderse tras la carreta.
De repente la puerta que daba al exterior se abrió un poco, y ambos chicos solo tuvieron tiempo de esconderse tras la carreta.
- Gracias por guardarme aquí la carreta, te debo
una-decía una voz, algo ronca.
- Ya lo creo-decía otra voz, riendo-. Pero, por el
momento, tú sigue con tu vida. Si tengo un problema ya mandaré a alguien a
buscarte.
Ambos muchachos sintieron como uno de los dos interlocutores
se subía al vehículo. Zayyn le hizo una seña a Dottan, y ambos se subieron
rápidamente, antes de que comenzara a moverse. La carreta estaba cubierta por
una manta, por lo que pudieron esconderse bien. Desde su interior, los dos
jóvenes se miraron y se dedicaron sonrisas de complicidad, aunque todavía
quedaba pasar por la puerta y que no los pillaran.
Esperaron unos minutos, lo que fue el recorrido desde el almacén hasta la salida de la ciudad. El tiempo parecía ir a cámara lenta cuando llegaron junto a los guardias.
Esperaron unos minutos, lo que fue el recorrido desde el almacén hasta la salida de la ciudad. El tiempo parecía ir a cámara lenta cuando llegaron junto a los guardias.
- ¿Qué llevas ahí?-inquirió uno de ellos.
- Solo algunos productos de la ciudad, para
venderlos en otros lugares.
Dottan y Zayyn escucharon como se quedaban en silencio.
Rezaron para que a los ángeles no les diera por mirar debajo. Si no, ya podían
despedirse de su viajecito y, posiblemente, de sus vidas. Pasaron unos segundos
que se hicieron eternos, hasta que, finalmente, el ángel habló.
- Está bien. Que tengas buen viaje.
Zayyn suspiró, aliviada, mientras que Dottan movía los
brazos en señal de victoria. Ambos continuaron escondidos bajo la manta. Habían
conseguido salir de la ciudad, ahora solo les esperaban aventuras de verdad.
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